lunes, 21 de noviembre de 2011

SIMBOLOGIA EN GENERAL Y LA VERDAD DESDE UN PUNTO DE VISTA NO CREYENTE PERO RESPETABLE Y RAZONABLE

Cuantos ritos y liturgia rodean nuestras prácticas funerarias, nuestro tratamiento del cuerpo fallecido con misas antes de cuerpo presente o el ya no tan habitual  velatorio practicado en el seno de los hogares, el rol de la iglesia en la hora mortis con la extrema unción, el velatorio y/o la mas reciente cremación. Nuestros recuerdos y homenajes en fechas claves, hoy desde visitas al cementerio y avisos en diarios, ayer una flor en una tumba o en el mejor de los casos recordatorios y homenajes en misas y/o columnas de importantes periódicos según el protagonismo e importancia del difunto. Sumerjámonos en el pasado siglo XVIII para conocer en detalle estas costumbres.
Los entierros y los funerales eran bien concurridos ya que equivalían a acceder a chocolate y comida variada tanto en la casa mortuoria como en el responso dado en la casa del difunto, incluían además las inevitables y obligadas salutaciones de duelo en la puerta del templo. A diferencia de la muerte de un adulto, cuando fallecía un niño era una fiesta ya que se consideraba que un ángel era llamado desde el cielo –ritual todavía practicado por algunas comunidades aborígenes como las mapuches-, se tiraban cohetes y se vestían a los niños primero con alhajas y prendas suntuosas y muy decoradas, para luego vestirlos para su viaje final según la tradición colonial, con comidas abundantes, cantantes, etc,  Mariquita Sánchez nos describe una práctica mas que llamativa; “…Una vez que murió un niño y un negrito, vistieron al niño de San Miguel y al negrito como Diablo. La madre, lloró, suplicó pero como era esclava tuvo que callar…” , curioso resulta en éste caso que se diferencie un párvulo de otro, ya que la pobre criatura esclava es definida sólo por su color y no por  su condición de niño –condenada en teoría a pesar del dolor manifiesto de su madre y por su disfraz a ser equiparado con el demonio- ya que eso equivaldría a otorgarle algún tipo de derecho y en ésa época, ser negro y esclavo negaba muchos derechos como el que tristemente se relata en el artículo. Los niños como los adultos se enterraban en las iglesias  y los precios de las sepulturas variaban según su cercanía del altar mayor y se les colocaban mortajas a los muertos que en general eran hábitos viejos que se compraban a los curas. Otra curiosidad de las época se la relaciona con el poder de la iglesia sobre las costumbres de las personas, el juego del pato era muy practicado en esos años y era considerado bárbaro por los clérigos, por lo que en 1796 el vicario juez eclesiástico de la villa de Luján prohibió el juego bajo pena de excomunión. Los muertos excomulgados, suplicados o condenados por lo general no eran reclamados por sus familiares y se pudrían sin ser enterrados ya que eran de sepultura maldita, sus cuerpos quedaban así colgados como dura señal de disciplinamiento político a las masas.
Con el luto no sólo las casas se vestían con cortinas negras, ni se salvaba el mate ya que era servido con un  lacito negro de crespón anudado a la bombilla.
Era común observar el ritual romano en las típicas ceremonias de enterramiento católico y entre las mortajas mas buscadas estaban las de la Orden de San Francisco –incluía hábito y cuerda-, se practicaba con asiduidad las donaciones de diferente grado para alcanzar indulgencias por los pecados cometidos, situación que se evidenciaba claramente en las cláusulas testamentarias de los difuntos, la ecuación parecería ser la siguiente; a mayor cantidad de pecados, mayor el tamaño de la donación y la posibilidad  consecuente de indulgencias, el problema radicaba para los pobres cristianos que habiendo pecado se condenaban a una vida supraterrenal dudosa, todo depende y se reduce entonces a la gloria y poder del señor Don Dinero…, ya no se construyen grandes pirámides como tumbas eternas para los faraones, pero….hay muchos vivos entorno al negocio de la muerte, no lo cree ¿?.
Me muero por saber que opina…
















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