lunes, 21 de noviembre de 2011

LA MUERTE EN EL BUDISMO

El Occidente contemporáneo tiende a considerar la muerte repentina como una «buena muerte». El budismo pone el acento en lo importante que es vivir la muerte con plena conciencia. Es conveniente que el moribundo se vaya teniendo un estado de ánimo sosegado y  positivamente orientado. La práctica regular de la meditación, el conocimiento y la asimilación del carácter ineluctable de la muerte sostenida por una vida orientada por la ética, llegado el momento, le ayudarán a ello. 
De los que lo rodean se espera que contribuyan igualmente a ese sosiego, evitando llantos, lamentos y pesares. Con estas manifestaciones no harían sino provocar turbación y apego, no deseables, en el ánimo del moribundo. Los países de tradición budista no son, pues, tierras de plañideras.


El deseo del Buda era que los monjes se mantuvieran al margen de los ritos funerarios, destinados a ser ocupación de laicos. Pero preguntado, poco antes de su muerte, por uno de sus discípulos, dio, pese a ese primer deseo, las indicaciones precisas sobre cómo debían celebrarse sus propios funerales. El relato aparece en el Mahaparinibbanasutta, donde se describen las últimas semanas de la vida del Buda.


El desarrollo de los funerales 


Con la expansión geográfica del budismo, el primer ritual recibió el influjo de la costumbre. Si bien los religiosos budistas intervienen siempre poco en los acontecimientos felices de la vida privada de los fieles laicos, hoy ocupan un lugar privilegiado durante los ritos funerarios. Y esto es válido para la totalidad de las escuelas budistas.
Por lo general, una defunción, para los del entorno del difunto, es ocasión de recordar los fundamentos de la enseñanza budista: impermanencia, compasión, benevolencia, olvidados a veces en la vida diaria. 
En los países de tradición antigua -Sri Lanka y países del Sudeste asiático-, cuando se produce un fallecimiento, se fija enseguida la fecha de los funerales y se envía una invitación a un monasterio, pues ahora es obligatorio que participen monjes en los ritos funerarios, aunque en ningún caso hacen de oficiantes. Su función es esencialmente aportar una presencia consoladora y brindar a los vivos la oportunidad de realizar acciones meritorias por el cauce de los dones que se les hacen.
En Sri Lanka, la ceremonia, que se celebra siempre fuera de la casa y preferentemente a la tarde, lleva el nombre de pamsukulaya, el del tejido que los padres del difunto ofrecen a los religiosos. Es un vestigio de los tiempos originales en que los monjes solían vestirse con ropas recuperadas, a veces, en los cementerios.
El tejido se coloca sobre el féretro depositado delante de los monjes.
Toda ceremonia religiosa budista comienza recitando la fórmula tradicional de homenaje al Buda, de acogida en el Buda, en su enseñanza y en su comunidad y de los cinco preceptos que los fieles laicos han de respetar. Son las fórmulas por las que el budista manifiesta su entrada en la comunidad y afirma después su pertenencia al budismo. La mencionada aquí no es una excepción. El tejido simbólico es aceptado a continuación por los monjes presentes, que entonan entonces estrofas seleccionadas para la circunstancia.
La asamblea procede a la transferencia de méritos en beneficio del difunto. El budismo insiste, en efecto, en la noción de méritos adquiridos por acciones positivas, motivadas por la compasión y la benevolencia, que contribuyen a garantizar un renacimiento favorable.


Es posible la transferencia de esos méritos en beneficio de una tercera persona, en este caso un difunto.




Se pronuncia un «sermón». Y pueden seguirle elogios fúnebres. La referencia al difunto se hace siempre en tercera persona y en pasado, porque se supone que, cuando se celebra la ceremonia, ya ha comenzado para él su vuelta a la vida.


Una diversidad de costumbres 


La ceremonia termina entonces para los religiosos. No se les exige participar en el cortejo al cementerio o al lugar de la cremación.
La literatura budista no prescribe nada respecto al tratamiento que se ha de dar al cuerpo del difunto y al desarrollo de los funerales.
La elección de la modalidad funeraria (inhumación, incineración, despedazamiento por las aves rapaces) está en función de condiciones económicas y de creencias anteriores a la implantación del budismo en el país en cuestión. Los textos pali no aportan más indicaciones acerca de eventuales fórmulas para recitar en el entierro o en la cremación.
Siete días, y luego cien días después del fallecimiento, la costumbre es organizar de nuevo una ceremonia a la que son invitados los monjes (la ceremonia puede también celebrarse en la pagoda) con el fin de hacer una vez más la tan simbólica transferencia de méritos al difunto.




La mayoría de los países budistas ven incrementarse la costumbre de una e incluso de varias fiestas anuales de los muertos. En ellas, en absoluta contradicción con el concepto de no existencia de un «alma», se supone que los difuntos, en el espacio de unos días, vuelven a visitar el mundo de los vivos. Pero los ritos no son los únicos afectados por cambios importantes. Los mismos conceptos se ven confrontados a nuevos horizontes filosóficos y religiosos a causa de una expansión geográfica sin precedentes emprendida desde antes confrontados a nuevos horizontes filosóficos y religiosos a causa de una expansión geográfica sin precedentes emprendida desde antes .
http://www.google.com.co/imgresq=ritos+del+budismo+funebres&um=1&hl=es&sa=N&biw=1280&bih=6

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